Que los blogs sirven para objetivos, propósitos y fines muy elevados está fuera de toda duda. Que movilizan, como se dice ahora, estrategias y procesos de aprendizaje de gran alcance también es indiscutible. Que han abierto una brecha cada vez más profunda en el monopolio de los canales de comunicación, hasta hace pocos años casi impermeables a la voz del ciudadano individual, es un fenómeno de repercusiones difícilmente previsibles.
Pero hay otro aspecto de los blogs que suele pasar más desapercibido, y al que los blogueros no dedicamos toda la atención reflexiva que merece: su virtud lúdica, su capacidad para hacernos disfrutar, para conseguir que nos lo pasemos bomba. Ejemplos de este genio ligero y juguetón los hay a cientos, pero quiero citar uno reciente publicado en la bitácora de José María González-Serna, la entrada titulada Letrillas blogueras, que a unos cuantos colegas nos ha servido como acicate para despertar la vena versificadora y las ganas de deleitarnos con ese incomparable regocijo que es el juego verbal.
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